lunes, 14 de junio de 2021

La biodiversidad centra la primera de las jornadas de visibilización de la Oficina de Aprendizaje-Servicio

 El 20 de mayo se ha celebrado la I Jornada ApS 2030, una iniciativa con la que la Oficina de Aprendizaje-Servicio de la UCM busca impulsar los ApS que se realizan en nuestra universidad y que tienen que ver con la Agenda 2030. La primera de estas sesiones se ha dedicado a seis proyectos relacionados con la biodiversidad, mientras que la segunda, que se celebra el día 21 del mismo mes se centrará en la diversidad cultural para el desarrollo.


 

El vicerrector de Tecnología y Sostenibilidad de la Complutense, Jorge Jesús Gómez Sanz, reconoce tanto la relevancia de la Oficina de Aprendizaje-Servicio como de la atención a la biodiversidad, porque nos damos cuenta de lo que necesitamos cuando lo perdemos, como ha ocurrido con la pandemia”. Estas jornadas que se celebrarán de manera estacional, cuentan además con la ventaja de que permitirán a la Complutense contar cómo hacemos los ApS, que “nos ayudan a construirnos como ciudadanos, porque nos brindan la oportunidad de elegir un problema del mundo real y cambiarlo. Lo que demuestra que el cambio puede venir ya, y cuando proviene de uno mismo es casi más educativo que cualquier cosa que se enseñe en las aulas”.

 

Bienvenida Sánchez Albadirectora de la Oficina, fue la encargada de presentar los seis proyectos de la primera jornada y reconoció que su objetivo es conseguir que toda la comunidad universitaria (profesorado, estudiantes, PAS) se implique en la mejora de la institución en su conjunto y del servicio que ésta ha de dar a la sociedad. Ha informado de que en breve saldrá la convocatoria de ApS para el próximo curso y ha explicado que las contrapartes, en su mayoría institutos de educación secundaria, que estén interesados, pueden contactar con la Oficina e incluso pueden proponer algún tema que les interese en el correo ucmaps@ucm.es

 

Los ApS

El primer proyecto presentado ha sido “Cambio de percepción de la biodiversidad desde el ApS”, liderado por José Francisco Cabrero Sañudo, de la Facultad de Ciencias Biológicas. De acuerdo con él mismo, esta iniciativa surge del conocimiento de que la actividad del ser humano perjudica a la biodiversidad, y además las personas solemos vivir de espaldas a esa propia biodiversidad. Es así, porque hoy en día ya más de la mitad de la humanidad se concentra en grandes ciudades, y este fenómeno va a seguir aumentando en los próximos años. El objetivo del proyecto es estudiar la situación previa de las personas que viven en ciudades, para luego realizar con ellas un proceso de reconexión con la biodiversidad y ver los efectos de ese cambio.

 

En este ApS participan 8 profesores, 6 estudiantes de doctorado y 3 alumni, liderados por el Grupo de Seguimiento de Biodiversidad de la UCM y la contraparte es el Ayuntamiento de Coslada.



Paula Gil Ruiz, de la Facultad de Educación, presentó el ApS “Recuperación boscosa inclusiva de los ecosistemas aledaños a la Facultad de Educación de la UCM”. Informa Gil Ruiz de que se está recuperando, desde hace ya seis años, un ecosistema dañado junto a ese Facultad, y lo que se busca con ello es “recobrar la convivencia entre la urbe y este bosque, en el que ya se han plantado árboles y arbustos. Estos últimos dan calidad al suelo, evitando la evaporación de la humedad, y dan propiedades que alimentarán a los propios árboles”.

 

Esta restauración boscosa se lleva a cabo de manera inclusiva, porque en ella participan 66 estudiantes de grado de Educación Social junto a alumnos con discapacidad intelectual “que tienen todo el derecho a estar en una universidad”, y que provienen de asociaciones como Apama, del municipio de Alcobendas.

 

 “Aprendizaje-Servicio para trasladar los resultados del desarrollo sostenible: del laboratorio a la sociedad”, es el título del proyecto liderado por Emma Gracia Lor, de la Facultad de Ciencias Químicas. Este proyecto surgió de que la propia Gracia Lor detectó que había una valoración negativa e incluso rechazo y desinterés por parte del alumnado preuniversitario hacia la Química. Para intentar cambiar esa dinámica, presentó este ApS que quiere hacer la enseñanza más atractiva, y al mismo tiempo que los estudiantes puedan resolver cuestiones problemáticas actualmente, tanto ambientales como alimentarias. Para ello “ha sido fundamental divulgar y favorecer el aprendizaje de esos conocimientos en tres centros preuniversitarios y uno de personas adultas”. En total han sido 26 sesiones, con el apoyo de la Facultad y de la Asociación de Químicos de Madrid, en las que han participado 4 profesores, 3 estudiantes de doctorado y 1 alumni.



Cristina Herrero de Jauregui, de la Facultad de Ciencias Biológicasy Laura Roldán Díaz, de la Facultad de Psicología, están al frente del ApS “Verde y Saludable: Beneficios de los espacios verdes urbanos para personas con enfermedad mental”. Ellas mismas empezaron con este proyecto hace un par de años con la idea de que los espacios verdes, sobre todo en un entorno urbano, proveen múltiples beneficios. Reconocen que durante la pandemia se ha demostrado que “aquellos que han accedido al verde, aunque fuese desde la ventana, han tenido una mejor salud mental”.

 

En este ApS los estudiantes de Biología aprenden técnicas de educación ambiental, a conocer a las aves y las plantas que suelen pasar desapercibidas, mientras que los estudiantes de Psicología trabajan protocolos de evaluación previos. Para llevarlo adelante se han diseñado rutas dirigidas a personas usuarias de dos centros, el de Las Letras y el de Vázquez de Mella, y en él han participado 35 de esos usuarios y 20 estudiantes.

 

Detrás de Voluntariado Social Sostenible. Aprender haciendo un servicio a la comunidad” están Carmen Miguel Vicente, de la Facultad de Trabajo Socialy Belén Martinez, de la Facultad de Veterinaria. Junto a ellas han participado numerosas entidades y facultades, incluyendo EstadísticaBellas Artes y Ciencias de la Información, así como estudiantes de grado y máster. Ha habido 25 voluntarios de Trabajo Social, más personas con diversidad intelectual “que se preparan al mismo nivel que los estudiantes complutenses”.

 

De acuerdo con Miguel Vicente, este proyecto se fue generando en una asignatura con la idea de formar a embajadores de los ODS para compartir el mensaje de sostenibilidad social inclusiva, tanto en la universidad como en el exterior, procurando que los objetivos tengan una participación social. Belén Martínez informa de que se planteó que todos se formen en ocho de los ODS con “talleres y sesiones para hacerlo de una manera vivencial y experiencial para que las transformaciones en cada uno sean más duraderas”. También se ha trabajado la parte de comunicación, así como la expresión corporal y el teatro gracias a la compañía Tramoya, formada por actores con diversidad. Un añadido de este proyecto es que todo lo que se pudo, se llevó a la naturaleza, con talleres en Cantarranas, en el huerto de Somosaguas y en Pozuelo de Alarcón.

 

El último de los proyectos presentados fue el de Álvaro Ramírez García, de la Facultad de Ciencias Biológicas, nombrado “MOSkito: Ciencia ciudadana para la vigilancia y el control del mosquito tigre”. En él participan tanto profesores, como estudiantes y técnicos de la Facultad, junto con un instituto de Rivas Vaciamadrid, y se enmarca en la que es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad: algunas especies exóticas invasoras. En este caso concreto se han centrado en el mosquito tigre, que sobre todo ha venido aquí desde Asia con el mercado de neumáticos usados y es vector de muchas enfermedades que pueden transmitir de forma efectiva.

 

La idea del proyecto es tanto concienciar a la ciudadanía sobre la presencia de estos mosquitos como fomentar el interés por las carreras científicas y obtener datos que permitan añadirlos a las campañas ya existentes de vigilancia en la Comunidad de Madrid. En varios institutitos de Rivas han comenzado a realizarse actividades de cultura científica y los estudiantes han puesto una serie de trampas por el municipio para certificar si hay puestas de huevos de los mosquitos. Ramírez García informa que “de momento no se ha encontrado ninguna, pero es previsible que sí ocurra”.

 

Educación y arte

Tras las presentaciones de los proyectos, participó también en la jornada Raúl de Tapia, director del Centro de Iniciativas Ambientales y Artísticas de la Fundación Tormes-EB y miembro de la Red Internacional de Escritores por la Tierra, quien opina que “vivimos en el siglo de las consecuencias y una gran parte de ellas se derivan en un déficit de naturaleza, e incluso la naturaleza sufre déficit de ella misma”. Considera De Tapia, que “la educación tiene que ir por la línea de enseñar las soluciones a los problemas, abrir puertas a los que nos van a suceder, y educar en la creatividad, que es la herramienta fundamental para este siglo”.

 

Su apuesta es utilizar el arte como herramienta para la educación ambiental, ya que “se puede hacer en todos los lugares, tanto en el medio rural como en el medio urbano. Transformar el paisaje en belleza nos transforma a nosotros mismos y quizás no podemos cambiar el Amazonas, pero sí una nave industrial de nuestro pueblo”.

 

También en relación con el arte, Mercedes García Garcíadelegada del rector para Diversidad e Inclusión, ha presentado un catálogo de artistas con diversidad que está actualmente en construcción, y que parte de la premisa de que “la cultura nos ayuda a transformarnos porque nos llega al corazón y al sentimientoEste catálogo, de acuerdo con la delegada, “une arte y diversidad, y tiene como misión ayudarnos a abrir la mirada a otras formas de interpretar el mundo, a romper la dimensión homogénea”. El catálogo ya cuenta con una quincena de artistas y la idea es que se nutra con toda la comunidad complutense, con el objetivo de visibilizar, permitir la inclusión, y también que sirva como un ApS, que promueva la inclusión laboral.

 

A lo largo de la jornada, la artista escénica Laura Swarc, del Colectivo Akántaros, ofreció tres intervenciones artísticas bajo el título genérico de “Biodiversidades escénicas”. Las dos primeras fueron audiovisuales, pero la última fue una actuación colaborativa, probando a hacer “algo al unísono, porque cuando todos hacemos el mismo movimiento acontece un latido diferente, un sentido distinto, y es que la experiencia conjunta nos ayudar a crear nuevos espacios”. Exactamente lo mismo que ocurre con los proyectos de Aprendizaje-Servicio.

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